Desde que era muy joven he tenido la intuición de que algunas personas tienen una mirada diferente, especial. Son capaces de ver, de distinguir y hacer visible lo que para otros sencillamente no existe, no está en su radar y no le dan importancia. Pero ver (que no mirar), escuchar (que no oír) y todas las demás habilidades que nos vienen dadas por nacimiento con los sentidos, son habilidades que se pueden desarrollar.
El vínculo entre la estética (percepción) y la ética (identidad) está profundamente entrelazado y configura nuestra manera de estar, entender y actuar en el mundo.
Este lazo es vital porque nuestras percepciones estéticas, la manera en que experimentamos el mundo a través de los sentidos y las emociones, influyen directamente en nuestras decisiones éticas, en cómo definimos nuestra identidad, cómo nos relacionamos con los demás y cómo vivimos nuestra vida.
La Estética como Percepción y la Construcción del mundo
La estética no se limita al arte o la belleza, sino que abarca la experiencia sensorial y emocional completa de la vida. Es la forma en que percibimos los colores, los sonidos, los espacios, las interacciones y los valores culturales.
La estética es cómo interpretamos el mundo externo, y esa interpretación moldea nuestra forma de ver el mundo y nuestro lugar en él.
Lo que percibimos y cómo lo percibimos (ya sea belleza, caos, armonía, desorden) influye en nuestras emociones, nuestras respuestas, y nuestros valores. Si nos formamos en un ambiente donde percibimos compasión, justicia y equilibrio, es probable que desarrollemos una identidad ética alineada con esos valores. Si, por el contrario, nuestra percepción está saturada de conflicto, disonancia y fragmentación, nuestra identidad y ética pueden reflejar esas mismas tensiones.
En este sentido, nuestra percepción estética del mundo nos ofrece una narrativa sensorial que influye sobre cómo definimos lo correcto y lo incorrecto y qué acciones consideramos valiosas o dignas de perseguir.
La Ética como Expresión de la Identidad y Acción en el mundo
La ética, por otro lado, es la manifestación de nuestra identidad en el campo de la acción. Es cómo nuestras creencias y valores, que emergen en parte de nuestras percepciones del mundo, se traducen en las decisiones que tomamos, en cómo nos comportamos y en el impacto que generamos en nuestro entorno.
La forma en que vemos el mundo determina en gran medida cómo decidimos actuar en él.
Si percibimos belleza y armonía en nuestro entorno, somos más propensos a actuar éticamente para preservar esa armonía. Si percibimos injusticia o caos, podemos sentirnos motivados a cambiar esas realidades, desarrollando una ética de transformación social o personal.
Nuestra identidad ética es, en muchos sentidos, una respuesta a lo que percibimos. Si nuestra percepción estética está alineada con la empatía y la interconexión, nuestra ética tenderá hacia la compasión y la responsabilidad hacia los demás.
El vínculo entre Estética y Ética: Cómo la Percepción Modela la Identidad
La estética, como manera de experimentar el mundo, es la puerta de entrada a nuestra ética.
Todo lo que percibimos pasa por el filtro de nuestra sensibilidad estética antes de convertirse en un juicio ético.
Por ejemplo, si percibimos la naturaleza como algo hermoso y digno de respeto (estética), desarrollamos un sentido ético de responsabilidad hacia su cuidado. Si en cambio vemos a la naturaleza solo como un recurso utilitario, nuestra ética será de explotación o indiferencia.
Esta conexión es crucial porque nuestros juicios estéticos influyen en nuestras decisiones morales. Lo que consideramos valioso estéticamente suele convertirse en lo que defendemos éticamente. La belleza no es solo una categoría de lo agradable, sino un motor ético que nos empuja a actuar para proteger, transformar o mejorar lo que consideramos digno.
La Importancia de prestar Atención al vínculo entre Estética y Ética
Ignorar este vínculo puede llevarnos a vivir de manera inconsciente, actuando de acuerdo con percepciones automáticas o condicionadas sin reflexionar sobre cómo estas moldean nuestras elecciones éticas.
Prestar atención a nuestra percepción estética nos permite ser más conscientes de las formas en que nuestras experiencias sensoriales y emocionales configuran nuestros valores y comportamientos.
Desarrollar una sensibilidad estética más profunda nos ayuda a percibir el mundo con mayor riqueza, lo que a su vez refina nuestra ética y fortalece nuestra identidad.
Por ejemplo, cultivar una apreciación de la belleza en lo cotidiano puede despertar en nosotros una ética de cuidado y atención, no solo hacia los objetos o personas que consideramos valiosos, sino hacia todo lo que nos rodea. Esto expande nuestra identidad y nos conecta con un sentido más amplio de responsabilidad y empatía.
Observar un paisaje, una obra de arte o incluso una interacción cotidiana con curiosidad. Identificar las emociones o juicios que surgen, y preguntarse: ¿Cómo influye esto en mi manera de entender el mundo y en mi manera de actuar?
Participar en actividades artísticas, como visitar museos, escuchar música clásica o moderna, practicar fotografía, o leer poesía. Reflexionar sobre cómo estas experiencias transforman nuestra percepción del mundo.
Después de una experiencia que te haya emocionado o que haya modificado tu percepción (una película, una conversación, una noticia), escribir sobre cómo eso te hace reconsiderar tus acciones o valores éticos.
Transformación Personal a Través del Vínculo Estética-Ética
Cultivar una percepción estética más profunda no es solo una cuestión de apreciar la belleza, sino una forma de transformar nuestra manera de vivir. Al ser más conscientes de lo que vemos y de cómo eso nos afecta, podemos reorientar nuestra identidad hacia una versión más alineada con nuestros valores más profundos.
La transformación personal radica en armonizar nuestra percepción estética con una ética basada en la empatía, la justicia y la interconexión.
Al transformar la forma en que percibimos, transformamos también nuestra forma de ser y actuar en el mundo.
El vínculo entre la estética (lo que percibimos) y la ética (cómo actuamos) es crucial porque es lo que da forma a nuestra identidad y guía nuestras acciones en el mundo. Si nuestra percepción está entrenada para ver la belleza, la conexión y el valor en lo que nos rodea, desarrollamos una ética alineada con la protección, el respeto y la responsabilidad. Desarrollar este vínculo conscientemente nos permite actuar de manera más auténtica y comprometida, haciendo que nuestra forma de estar en el mundo sea más armónica y significativa.
Este vínculo es importante porque no podemos actuar con integridad y profundidad sin primero ver con claridad y sensibilidad. La percepción estética es la puerta hacia la expansión ética y, a través de ella, se redefine nuestra forma de ser en el mundo.
Este es un artículo escrito por Joaquín Candeias premio MAX a las Artes Escénicas y Ceo & Art director en élanfactor | la Mirada que lo cambia Todo
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